Tiempos opacos

 
Son días grises, opacados por un desánimo que no solo es personal, porque parecería que todos los dioses se confabularon en contra de las elementales certidumbres que en el mundo –y en este paisito alejado del mundo también- se habían construido y a las que a su turno nos aferramos cual desamparados náufragos.

Ya conocimos en la historia el derrumbe de utopías, pero inevitablemente terminamos er...igiendo otras. Acaso porque sin anhelar simplemente no es posible vivir. Anhelos indescifrables, que se manifiestan en una imperecedera insatisfacción y en una perpetua nostalgia, que nos entristecen casi sin saber por qué, cuando en realidad lo que estamos padeciendo es nada menos que la añoranza de otro mundo, uno pleno de claridades.

Esa fue nuestra pequeña historia personal y es así como la historia, sin adjetivos, desde siempre fue y acaso así sea eternamente, si lo eterno existe. Un absurdo dios-historia borgiano que juega a los dados en un universo de pronto anochecido. Pero encontrarle algún sentido a ese sinsentido histórico tal vez sea algo congénito a nuestra condición humana.

Y ese batallar en procura de luces, nuestro primigenio y atávico oficio. Así que no queda otra, más que huir para adelante en pos de una nueva utopía. Una donde se guarde el derecho de admisión para aquellos que jugaron haciendo trampas, para los que se robaron el pan y negaron el decoro elemental de la justicia, en fin, para aquellos, de todos los signos y siglas, que nos robaron los sueños.

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