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Testigo de cargo

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V i ciudades desoladas, como arrasadas por seculares guerras, mientras vientos de odio recorrían sus calles y el miedo erigía su reino a plena luz del mediodía Vi a niños guaraníes envejecidos frente a una descolorida bandera mientras una patria avara les robaba su niñez Vi los últimos días de una utopía traicionada en una Praga que abría los brazos a Benetton y Mc Donald confundiéndolas  con la felicidad   Vi a mujeres desoladas esperando el regreso de sus hombres extraviados en una mina, la zafra argentina o los laberintos del alcohol Vi a indios mayas descendiendo desde las montañas del Peten y cómo entre las brumas del amanecer parecían ser solo sombras Vi al Zambo Cavero amanecido entre fraternales piscos en el Callao y comprendí que la música es vital para continuar viviendo Vi a los pescadores del Pilcomayo sorprendidos por el amanecer regresando con las manos vacías al triste rancherío Vi a niños furtivos encontrando calor e

La soledad de los wehenayek

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E ntre las cosas que mi memoria decidió no olvidar, como solía decir Borges, está aquel día de junio de hace ya más de 20 años cuando por primera vez llegue al territorio wehenayek. Fue un largo recorrido por las comunidades de las márgenes del Pilcomayo, bajo un sol que no daba tregua, pero recompensado por un paisaje desmesurado y por las sabrosas conversaciones con los lugareños, pescadores la mayoría de ellos. Diálogos en los que sin embargo todavía primaba la desconfianza, muy justificada por cierto, tal como lo llegaría a comprobar más tarde. Para mi fue adentrarme en un mundo maravilloso y absolutamente diferente al que había conocido hasta ese momento, a pesar de que ya llevaba un buen tiempo trabajando con las comunidades guaraníes de lo que hoy se conoce como el Itika Guazú, en el extenso Chaco tarijeño. Y “diferente” quizás sea la palabra más apropiada para describir ese momento y también lo que llegaría a descubrir luego en innumerables caminares y ya de la mano
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Ismael Lo, una voz africana que vale la pena escuchar...

Sobre "Si aun queda llanto en tus ojos"

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Según los historiadores de la literatura (don Jorge Siles Salinas por ejemplo), el grueso de la gran “narrativa boliviana de la Guerra del Chaco” fue producida en los años inmediatamente posteriores a la conclusión de la guerra (es decir, en el periodo entre 1935 y 1940). Testimonial y política, esa literatura parecía no poder esperar a trazar su acercamiento a un experiencia absurda, fantasmal y traumática. Pero ese corpus de textos inicial no ha dejado de enriquecerse en las siete décadas posteriores: los bolivianos nunca hemos dejado de escribir sobre la Guerra del Chaco. Esta novela, de un joven escritor, es un caso ilustrativo. Reconstruye, indirecta y casi reticentemente, ya desde el cautiverio y la derrota, la suerte de un personaje, Rómulo López Flores, sobreviviente del cerco de Boquerón. En ello, es una novela legible e interesante, que merece ser leída. (Reseña en Nueva Crónica). De venta en Librería Plural