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Mostrando entradas de 2008

Bolivia

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Cuentan que cuando Casimiro Olañeta tuvo noticias de que tras la batalla de Ayacucho, Sucre, vencedor y ya imparable, se dirigía al Alto Perú para continuar la arremetida de los ejércitos libertadores en contra de los últimos reductos del poder español que ya agotado irremediablemente se extinguía, montó a un caballo y en un incesante galope dio alcance al joven y recientemente nombrado Mariscal para hacer lo que mejor sabía hacer, conspirar e intrigar. Pero esta vez no se trataba de una conjura más, semejante a las que a diario bullían en los pasillos del poder colonial en la leguleyesca Charcas, donde junto a otros “doctorcitos” se había formado y adquirido las destrezas de una oratoria vacía pero convincente, esta vez tenía como misión persuadir a Bolívar, a través del más fiel de sus soldados, de la creación de una nueva República, que “además llevaría el nombre del ilustre caraqueño” cuentan que argumento. Así, a galope de caballo, nació Bolivia. Pero ese nacimiento tenía sus peca

Canto del Agua

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Por la ruta que va de Yacuiba a Palos Blancos, hoy he vuelto a bajar del Aguaragüe, majestuoso y aún cubierto por las brumas del amanecer, a Canto del Agua y, una vez más, tuve la certeza de estar en el lugar que posee el nombre más bonito con el que ser humano alguno haya nombrado jamás a un territorio. Y garabateo sin dudar la palabra “certeza” porque de la infinidad de lugares donde algún día amanecí, muchos de ellos con bellos nombres en los más diversos idiomas, ninguno se asemeja siquiera al de esta comunidad del pie de monte chaqueño, por lo sonoro, delicado y musical. Canto del Agua es, además, un lugar de una belleza extraña y sensorial, porque tiene la virtud de despertar los sentidos y ponernos en alerta ante el más imperceptible de los murmullos -al amanecer solo el canto de los pájaros- y librados a los aromas de la tierra siempre recién llovida, porque ante un nuevo día, este lugar eternamente parece estar renaciendo de un pertinaz e inmemorial aguacero. Pero también, con

La novela de Jesús Urzagasti

Siempre me quedó la duda sobre si Jesús Urzagasti ha escrito varias novelas o en realidad desde siempre está escribiendo una sola, eternamente inacabada, inacabable en realidad, acaso porque a los mundos que frecuenta, mágicos y escurridizos, no es posible emboscarlos de una sola vez y para siempre, pues los seres y territorios que convoca Jesús a través de los ritos de las palabras permanentemente requieren ser nombrados, restituidos a la vida y así ocupar un lugar en el mundo que de otra manera les estaría vedado. Igualmente me queda la duda, a pesar de las pruebas irrefutables que indican lo contrario, si en realidad Jesús Urzagasti salio alguna vez del Chaco, porque indudablemente los hechizos de estas tierras impregnan cada una de las páginas de su obra, pero no como ecos de nostálgica ausencia o como un ejercicio de mera reminiscencia sino como una presencia tan viva que no es posible dejar de estremecerse al sentir que de sus palabras emanan los aromas del monte chaqueño y al da

Llueve

es domingo por la tarde y llueve sobre La Habana hace días que llueve sobre la ciudad sobre el mar encrespado sobre la tristeza de la tarde sobre mi la distancia, la lluvia y el mar encrespado la tristeza de la tarde y tu ausencia sin medida todo eso llueve sin tregua sobre mi