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Mostrando entradas de septiembre, 2017
Silvio Rodríguez: Fidel entre dos infancias
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Escuché hablar de Fidel por primera vez en mi infancia, bastante antes del 1º de enero de 1959. Por entonces su nombre se decía en voz baja y a veces se percibía en los murmullos de los mayores. Una noche lo escuché mencionar en la radio, también a bajo volumen, en casa de unos parientes que tenían onda corta. Allí escuchábamos una emisora clandestina que trasmitía desde las montañas de la Sierra Maestra, donde aquel nombre prohibido y sus amigos se peleaban a tiros con el ejército. Así que lo primero que aprendí de Fidel es que a veces había que ser discreto: no se podía decir su nombre, no se podía decir que escuchábamos aquella emisora, como tampoco se podía decir que en la panadería de enfrente se vendían bonos del 26 de julio. Por lo mismo también fue secreto que, de mis soldaditos de juguete, mis afines eran los rebeldes, y que sus enemigos eran los mismos enemigos de los rebeldes de la realidad. Apenas dos años después del triunfo revolucionario, Fidel, para mi, fue aque
"Y si alguna vez, en vida mía, la revolución llegara a separarse del honor, yo me apartaría de ella" Albert Camus
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Hay algo en las sociedades muy similar a una ley de la física, pero que sucede en el mundo de la política. Es decir es inapelable, fatal e inexplicable a primera vista. Simplemente sucede. Me refiero a que cuando un actor político está conectado con el devenir de la historia y por esa vía con el sentido común ciudadano, todo le sale bien, aún los errores más crasos encajan en una narrativa general ... que habla de éxito y ascenso. Pero por el contrario, cuando esa comunión con la historia se resquebraja y adviene un progresivo e inevitable desapego con los sentires de la sociedad, todo comienza a salir mal. Cada error, por más mínimo que sea, adquiere dimensiones extraordinarias. Y lo que antes eran certezas, resultan en extravíos. “Se perdió el sentido de la historia” se suele decir. Pero es mucho más que una frase a medida. Es un círculo vicioso que transcurre lacónicamente entre el traspié y la mala medicina. Ocurre que como se perdió el sentido del devenir social, a nuevos
Mateo Alandia Navajas: El libro de Miguel
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No recuerdo exactamente quien fue el que dijo que para escribir hacen falta dos cosas esenciales: tener algo que decir, y decirlo. También recuerdo que cuando le preguntaron a Jorge Luis Borges qué hacer con tanto joven escritor que se perfilaba en la Argentina, respondió simplemente que había que desanimarlos. Y es que penosamente en esa profu sión de escritores que parece caracterizar estos tiempos, muchas veces nos hemos encontrado con individuos que publican aunque no tengan verdaderamente nada que decir, y lo dicen de manera profusa, ejercitando estilos muy a menudo estridentes en un esfuerzo por tapar con el ruido el silencio esencial que los informa. Afortunadamente no es el caso del escritor tarijeño que ha despachado una hermosa novelita corta titulada “Si aún queda llanto en tus ojos” pues él, Miguel Castro Arce, nos cuenta muy bien una hermosa historia de soledad y de búsqueda, en un estilo tan sobrio y preciso que claramente es la historia la verdadera protag
Tiempos opacos
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Son días grises, opacados por un desánimo que no solo es personal, porque parecería que todos los dioses se confabularon en contra de las elementales certidumbres que en el mundo –y en este paisito alejado del mundo también- se habían construido y a las que a su turno nos aferramos cual desamparados náufragos. Ya conocimos en la historia el derrumbe de utopías, pero inevitablemente terminamos er ... igiendo otras. Acaso porque sin anhelar simplemente no es posible vivir. Anhelos indescifrables, que se manifiestan en una imperecedera insatisfacción y en una perpetua nostalgia, que nos entristecen casi sin saber por qué, cuando en realidad lo que estamos padeciendo es nada menos que la añoranza de otro mundo, uno pleno de claridades. Esa fue nuestra pequeña historia personal y es así como la historia, sin adjetivos, desde siempre fue y acaso así sea eternamente, si lo eterno existe. Un absurdo dios-historia borgiano que juega a los dados en un universo de pronto anochecido. Pero