Testigo de cargo
Vi ciudades desoladas,
como arrasadas por seculares guerras,
mientras vientos de odio recorrían sus calles
y el miedo erigía su reino a plena luz del
mediodía
Vi a niños guaraníes envejecidos frente a una
descolorida bandera
mientras una patria avara les robaba su niñez
Vi los últimos días de una utopía traicionada
en una Praga que abría los brazos a Benetton y
Mc Donald
confundiéndolas con la felicidad
Vi a mujeres desoladas esperando el regreso de
sus hombres
extraviados en una mina, la zafra argentina o
los laberintos del alcohol
Vi a indios mayas descendiendo desde las
montañas del Peten
y cómo entre las brumas del amanecer parecían ser
solo sombras
Vi al Zambo Cavero amanecido entre fraternales
piscos en el Callao
y comprendí que la música es vital para
continuar viviendo
Vi a los pescadores del Pilcomayo sorprendidos
por el amanecer
Vi a niños furtivos encontrando calor en la frialdad
de un cajero automático
y entendí cómo la abundancia puede llegar a ser
una felonía
Vi la calle que por última vez recorrió John
Lennon
antes de ser derribado por un ruin balazo
y tuve la certeza de que a la vida le laceran
brutales paradojas
Vi en Chiapas un largo cortejo de gente enlutada
hasta el alma
apresurando el paso tras un blanco y diminuto ataúd
adornado con alas de angelito
y desde ese día profesé que los dolores del
mundo no deberían sernos ajenos
Vi a los mineros acullicando su bronca en
Calamarca
y con dolor comprendí que frente al poder de
nada sirve tener la razón
Vi las ruinas del fortín Boquerón donde un
puñado de hombres
una vez más fundaron una patria siempre al borde
del abismo
pero también aprendí a abominar la barbarie de todas
las guerras
Vi en Coyoacán la fortaleza donde un viejo
bolchevique paso sus últimos días
soñando con una revolución que nunca llegaría
y una vez más comprobé que la traición siempre será
herida sin cicatrizar
Vi la celda donde un guerrero xhosa pasó treinta
años de su vida,
y cómo desde una diminuta ventana un cielo africano,
azul e inmenso,
le enseñó que el odio siempre será infecundo
Vi La Habana luminosa en un tiempo en que todo
sueño tenía cabida
y más tarde entendí que es preferible escribir
una fe de erratas
que traicionarse y tirar al basurero la página donde
un día se rubricaron utopías
Vi en Alta Gracia la casa de donde partió un
joven argentino en busca de su destino,
acaso sin saber que también erigía parte del
nuestro
y advertí que en toda circunstancia hay que
obrar lo que creemos
que eso será lo correcto aunque nos equivoquemos
De todo
eso fui testigo
y puedo
dar plena fe de que en todos los casos
la
esperanza era un animal oscuro y huidizo
pero
que se asiente en actas que en verdad si existe
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