Un mundo para Santiago y Martín
Queridos Santiago y Martín:
Quienes pudieron hacer realidad ese viejo sueño de contemplar la tierra desde el espacio la describen como un inmenso globo azul, un planeta fulgurante, bellamente rodeado por una aureola luminosa y casi incandescente. Pero una vez puestos los pies en la tierra –ya descubrirán que sin dejar de soñar es bueno tenerlos así- de pronto nos damos cuenta que no todo es azul, que este mundo que les tocó como morada para consumar la maravillosa aventura de vivir y que hoy recién comienza a revelarse ante sus asombrados e inquisidores ojitos, es una extensa aldea con muchos grises y abundantes sombras.
Descubrirán que en el mundo -y su mundo inmediato es este ultrajado país- hay seres, demasiados, a quienes se les arrebató la dignidad del pan justamente repartido y la elemental certidumbre de un mañana. Sabrán también que esto no es el designio de unos dioses inmisericordes sino la obra premeditada de quienes juegan haciendo trampas.
Sin embargo, jamás permitan que esos negros nubarrones les impidan ver y disfrutar en toda su plenitud las cosas bellas que generosamente la vida les ofrecerá. La claridad y la fragancia de los días del verano, los amaneceres en cualquier estación, solo semejantes a lo que debió ser el mundo en el primer día de la creación, la sonrisa franca de quienes amamos, la sabiduría de los libros y el gozo de la música, pero también la armonía del silencio y una infinidad de cosas que con seguridad ustedes mismos irán descubriendo.
Pero junto a todo eso inevitablemente llegará el día en que les tocará descifrar los misterios del dolor y ojalá que para ese entonces comprendan que paradójicamente éste nos enseña la medida de la felicidad, el valor –que es muy distinto al precio- de lo que perdemos y la urgencia de construirnos, a pesar de todas las adversidades, como seres íntegros y plenos. Para ese entonces también sabrán que llorar es bueno y que no necesariamente es la otra cara del reír, porque de cualquier manera las lágrimas son una ofrenda a lo que la vida pródigamente nos da y que en los malos tiempos creemos que nos arrebata.
Jamás me impondré -tampoco podría hacerlo- la tarea de evitarles los sufrimientos que inevitablemente la vida les deparará, simplemente haré todo lo posible para ayudarles a que armen su corazón de valor, ternura y sabiduría para hacer en cualquier circunstancia, sin importar el costo, lo que su conciencia les dicte, eso será lo correcto, aunque se equivoquen.
Ser feliz es un imperativo, pero también una responsabilidad frente a aquellos que por cualquier razón no pueden serlo. Ustedes lo decidirán, pero les aconsejo que no se propongan cambiar el mundo, sino que con mucha modestia, pero con tesón y sabiduría, hagan todo lo posible para dejarlo un poquito mejor a cómo lo encontraron.
Los caminos que en la vida tendrán que recorrer son un misterio que dejo en manos del tiempo, de los dioses de la vida y del amor que sin reticencias les daremos quienes los rodeamos. Hoy, la única certidumbre que tengo y que mi corazón acaricia con avaricia es saber que con su llegada iluminaron para siempre mis días.
Quienes pudieron hacer realidad ese viejo sueño de contemplar la tierra desde el espacio la describen como un inmenso globo azul, un planeta fulgurante, bellamente rodeado por una aureola luminosa y casi incandescente. Pero una vez puestos los pies en la tierra –ya descubrirán que sin dejar de soñar es bueno tenerlos así- de pronto nos damos cuenta que no todo es azul, que este mundo que les tocó como morada para consumar la maravillosa aventura de vivir y que hoy recién comienza a revelarse ante sus asombrados e inquisidores ojitos, es una extensa aldea con muchos grises y abundantes sombras.
Descubrirán que en el mundo -y su mundo inmediato es este ultrajado país- hay seres, demasiados, a quienes se les arrebató la dignidad del pan justamente repartido y la elemental certidumbre de un mañana. Sabrán también que esto no es el designio de unos dioses inmisericordes sino la obra premeditada de quienes juegan haciendo trampas.
Sin embargo, jamás permitan que esos negros nubarrones les impidan ver y disfrutar en toda su plenitud las cosas bellas que generosamente la vida les ofrecerá. La claridad y la fragancia de los días del verano, los amaneceres en cualquier estación, solo semejantes a lo que debió ser el mundo en el primer día de la creación, la sonrisa franca de quienes amamos, la sabiduría de los libros y el gozo de la música, pero también la armonía del silencio y una infinidad de cosas que con seguridad ustedes mismos irán descubriendo.
Pero junto a todo eso inevitablemente llegará el día en que les tocará descifrar los misterios del dolor y ojalá que para ese entonces comprendan que paradójicamente éste nos enseña la medida de la felicidad, el valor –que es muy distinto al precio- de lo que perdemos y la urgencia de construirnos, a pesar de todas las adversidades, como seres íntegros y plenos. Para ese entonces también sabrán que llorar es bueno y que no necesariamente es la otra cara del reír, porque de cualquier manera las lágrimas son una ofrenda a lo que la vida pródigamente nos da y que en los malos tiempos creemos que nos arrebata.
Jamás me impondré -tampoco podría hacerlo- la tarea de evitarles los sufrimientos que inevitablemente la vida les deparará, simplemente haré todo lo posible para ayudarles a que armen su corazón de valor, ternura y sabiduría para hacer en cualquier circunstancia, sin importar el costo, lo que su conciencia les dicte, eso será lo correcto, aunque se equivoquen.
Ser feliz es un imperativo, pero también una responsabilidad frente a aquellos que por cualquier razón no pueden serlo. Ustedes lo decidirán, pero les aconsejo que no se propongan cambiar el mundo, sino que con mucha modestia, pero con tesón y sabiduría, hagan todo lo posible para dejarlo un poquito mejor a cómo lo encontraron.
Los caminos que en la vida tendrán que recorrer son un misterio que dejo en manos del tiempo, de los dioses de la vida y del amor que sin reticencias les daremos quienes los rodeamos. Hoy, la única certidumbre que tengo y que mi corazón acaricia con avaricia es saber que con su llegada iluminaron para siempre mis días.
Comentarios
Seguramente a Santiago y Martin les transmitirás esa calidad humana tuya que refleja tu texto.
Un Saludo
Un abrazo... Santiago y Martín son afortunados.